martes, 5 de junio de 2018

Yo también fuí víctima, y sigo teniendo miedo.

Hace tiempo, me decía un amigo de mi hija, con toda la ingenuidad de sus 16 años, en una de las primeras salidas nocturnas de Helena, que estuviese tranquila, que la acompañaría al tren, y después hasta la puerta de casa antes de las doce, como Cenicienta. Que lo haría por ella, como por cualquier otro amigo, indiferentemente del sexo. Naturalmente, yo agradecidísima, no quise replicar, faltaría más, no era cuestión de ir "rayando" al personal...pero la idea ya estaba dando vueltas por mi cabeza. No cariño, no es lo mismo, quise decirle. Es cierto que también hay miedo por los niños, que los chicos también desaparecen y también son víctimas de Monstruos, pero por cada Yeremi que desaparece, son asesinadas y violadas 10 Martas del Castillo. No es lo mismo, cariño, quise gritar. Las mujeres no nos sentimos seguras en una calle solitaria, paseando por el bosque al atardecer, volviendo del trabajo de noche. Las chicas tienen miedo cuando vuelven solas de fiesta y oyen pasos detrás suyo, o van en el tren y el de al lado empieza a mirarles las piernas, el escote... A las niñas, tardamos más en dejarlas ir solas en bici, a comprar el pan, a sacar al perro... A mi como madre, cada vez que veo a mi hija salir de noche, tan bonita, tan llena de vida, de sueños, se me encoge el estómago, sólo de pensar que pueda cruzarse en su camino un Monstruo cómo el que se me cruzó a mi.  Es la primera vez que lo hago público, pero no me avergúenzo, ¿porqué  debería hacerlo?                            No te asustes, me dijo el Monstruo mientras me metía la mano en la braguita en el portal mi casa. Te voy a meter una cosita, pero no te haré daño. En ese momento, se oyó la puerta de un vecino, y el Monstruo se marchó. El destino no quiso que yo fuera una de tantas, y que hoy pueda estar escribiendo éstas líneas. Pero ese miedo, esas palabras, esa cara y esa sensación, me han acompañado, de una u otra manera en algunos momentos de mi vida. Y cómo víctima, creo firmemente que la única solución es la educación en igualdad, en empatía. La reforma de las leyes. Pero nunca la pena de muerte. Convertirnos en verdugos no nos hará mejores que los Monstruos. Hoy vuelvo a revivir cómo si fuera ayer aquel dia, y por eso éste blog te lo dedico hoy a tí, Laia y a toda tu familia. Imposible imaginar tanto sufrimiento.

Ay, mi Carmela